martes, 17 de mayo de 2011

Entre la realidad y el sueño

Cuando estoy en ese punto impreciso entre el sueño y la vigilia, suelo revolverme entre las sábanas y arrugar la nariz. Normalmente esto desemboca en un gran suspiro, una elevación de mis brazos que ruegan unos minutos mas de sueño y la caída de la suplica y mis puños sobre la cama.
Y digo normalmente, porque si en mi protesta felina encuentro el calor de otro cuerpo que me arrulle me amanso con rapidez.
Pero estaba convencida de que aquel cuerpo y todo lo sucedido antes de la llegada del sueño no fue más que una fantasía. De ahí mi sobre salto, de ahí tu sonrisa y tu voz susurrando:"tranquila, yo también me quedé dormido".
Rápido ¡Más rápido!
Siempre acelerando antes del abismo. Todo es importante, esencial. Todo, excepto tus sueños. Esos no existen ni verán la luz de la realidad, esa luz mortecina que, pese a su languidez, prepotente nos ciega.
Siente tus pasos como martillazos, sácale hasta la última gota de provecho al tiempo y sigue ignorando que es a ti a quien exprimes y retuerces.
Continúa deprisa por esto que llaman vida hasta que vomites aquello que un día creíste posible y que ahora quedó en un mal chiste.
Permanece en la inercia de este movimiento que ya olvidaste cuándo y para qué comenzó. Prosigue (o no).
Porque después de todo no eres una de esas errantes que mantienen su órbita, ni un caballito anclado en el tiovivo de alguna plaza de pueblo, ni una pulga amaestrada incapaz de aceptar el riesgo de saltar más alto y comprobar si sigue ahí la pared de cristal. Al final, seguir, pararte o girar depende únicamente de ti