viernes, 27 de agosto de 2010

¿Qué relata el cuento que no nos cuenta el relato?

Hay una duda, una vieja conocida, que se presenta en mi puerta cada vez que envío un escrito a algún concurso. Se trata de la diferencia entre cuento y relato.

Personalmente tengo bastante clara la diferencia entre la sal y el azúcar aunque alguna vez confundí el recipiente con desagradables consecuencias para el paladar. Pero cuando se trata de diferenciar estos dos géneros ando algo perdida. Incluso he llegado a plantearme la posibilidad de que no exista tal diferencia (que cosas se me ocurren ¿no?)

Y cual fue mi sorpresa al descubrir que el profesor Fernando Valls, de la Universidad de Barcelona, dice lo siguiente: “no existe, hoy por hoy, ninguna diferencia entre cuento y relato, a la hora de designar el cuento literario, al menos en el castellano que se habla en España".

Pero claro, en esas convocatorias a las que viajan mis trabajos especifican claramente si se trata de un concurso de relatos o cuentos y luego están los que no se mojan, los concursos de narrativa corta.

Empar Moliner, en un programa de TV3, intentó distinguir entre uno y otro, pero no me pareció muy convincente. Decía que, si fuese una canción, el cuento acabaría con un “¡chin- pum!” mientras que el relato acabaría más bien como si pudiera continuar, acabaría con un “fade out”.

Así que sigo igual de confundida o peor, pues no paro de buscar "chimpunes" en todos mis escritos

miércoles, 25 de agosto de 2010

Reencuentro

La botella se vaciaba al mismo ritmo que vertíamos las novedades. Parecía imposible resumir aquellos tres años en un litro y medio de vino, pero las palabras y los gestos fluían al rededor de la mesa, tan lejos de aquella que conquistábamos cada mañana en el club social, a borbotones.
Las noticias dieron paso a las anécdotas compartidas en un tiempo pasado y luego... un silencio con sabor a Rioja.

- ¡Tres años!

Asentí mientras suspiraba.
No tenía ni idea de a cuántos días equivalían, nunca fui buena en matemáticas y siempre creí que el tiempo se parecía más a un chichle, que se estiraba y encogía de forma caprichosa y poco favorable, que a una línea recta. Pero en aquel momento, tres años se me antojaban fugaces.

- ¿Sabes? Ahora mismo juraría que no han pasado ni tres días.

Sonreímos y asentimos mirándonos complacidas.

- Hagamos un pacto - Serví el poco vino que quedaba y levanté mi copa.- No más años en blanco.
- No más años en blanco.

No sé si fue el sonido del brindis, la promesa en sí o la alegría que nos desbordaba la que provocó la estampida de proyectos, pero fue un placer hablar del futuro y construir hipótesis de nuevo contigo.