martes, 17 de mayo de 2011

Entre la realidad y el sueño

Cuando estoy en ese punto impreciso entre el sueño y la vigilia, suelo revolverme entre las sábanas y arrugar la nariz. Normalmente esto desemboca en un gran suspiro, una elevación de mis brazos que ruegan unos minutos mas de sueño y la caída de la suplica y mis puños sobre la cama.
Y digo normalmente, porque si en mi protesta felina encuentro el calor de otro cuerpo que me arrulle me amanso con rapidez.
Pero estaba convencida de que aquel cuerpo y todo lo sucedido antes de la llegada del sueño no fue más que una fantasía. De ahí mi sobre salto, de ahí tu sonrisa y tu voz susurrando:"tranquila, yo también me quedé dormido".
Rápido ¡Más rápido!
Siempre acelerando antes del abismo. Todo es importante, esencial. Todo, excepto tus sueños. Esos no existen ni verán la luz de la realidad, esa luz mortecina que, pese a su languidez, prepotente nos ciega.
Siente tus pasos como martillazos, sácale hasta la última gota de provecho al tiempo y sigue ignorando que es a ti a quien exprimes y retuerces.
Continúa deprisa por esto que llaman vida hasta que vomites aquello que un día creíste posible y que ahora quedó en un mal chiste.
Permanece en la inercia de este movimiento que ya olvidaste cuándo y para qué comenzó. Prosigue (o no).
Porque después de todo no eres una de esas errantes que mantienen su órbita, ni un caballito anclado en el tiovivo de alguna plaza de pueblo, ni una pulga amaestrada incapaz de aceptar el riesgo de saltar más alto y comprobar si sigue ahí la pared de cristal. Al final, seguir, pararte o girar depende únicamente de ti

miércoles, 23 de febrero de 2011

El príncipe indeciso

Érase una vez, en un reino nada lejano, una princesa llamada Malena que estaba tremendamente enamorada de un príncipe.

Ambos pasaban juntos todas las puestas de sol en el jardín de palacio.

Ella le hablaba de libros, él colores y números.

Un día la princesa Malena le preguntó al príncipe Serafín si estaba enamorado de ella y si quería ser su compañero.

Él la miró y sólo dijo: "no sé"

La princesa le contestó: "márchate y vuelve sólo cuando sepas la respuesta"

El príncipe se marchó a su palacio y se sentó junto a la ventana.

Pensó y pensó durante días en la pregunta de la princesa Malena.

Una mañana no especialmente soleada, fría, ni hermosa, Serafín encontró la respuesta. Se levantó con dificultad y salió por la puerta en dirección al palacio de Malena.

Al llegar al portón golpeó tres veces la aldaba.

Muy despacito se abrió la gran entrada al palacio y apareció una preciosa niña de cuatro años. La pequeña miró con curiosidad al príncipe Serafín.

"Buenos días" dijo el príncipe

"Buenos días" contestó la niña ladeando "¿Qué quieres?" preguntó

"Yo, esto, yo" las dudas volvían a Serafín pero consiguió decir:"Busco a Malena"

La pequeña observó al príncipe, se encogió de hombros antes de girarse y gritó: " Abuelita aquí hay un anciando que pregunta por ti"

miércoles, 16 de febrero de 2011

Triunfar o no.

Todo empieza el día que tus padres te compran un "babi" y te llevan al colegio. Pasas los años entre esas paredes, dejándote las rodillas en el patio (algunos se dejan hasta los dientes), y cargando con el peso de la cultura sobre tu espalda. Todo para completar tu educación y llenar tu cabeza de conocimientos que dicen te servirán pero nadie te concreta cuándo.
Después de la escuela primaria, la secundaria y luego bachillerato. ¿Y luego?
Luego llega la inevitable pregunta ¿ahora qué?. Pues ahora es cuando decides qué quieres ser de mayor. Y sobre todo decides si eso que quieres ser de mayor tiene salidas. ¿Salidas de emergencia?
Entonces piensas que cuando medías un metro menos siempre hablabas de ser bailarina, marinera, granjera, arqueóloga, actriz, maga o vete a saber qué. Y ahora nada de eso es una opción porque según los adultos, que saben de estas cosas, no tiene salidas.
Y es que tus padres y las personas que de verdad te quieren desean que seas feliz. Para ello creen que es imprescindible triunfar y tal vez estén en lo cierto pero ¿qué significa realmente triunfar?
Pongamos por ejemplo que yo estudiara (qué sé yo) Filología. Bueno, triunfar sería acabar la carrera y luego el máster (de educación que no del universo) y sacar una plaza de docente en las oposiciones, que con ese nombre ya tiene mérito lo de planteárselo. O seguir con el doctorado y hacer investigaciones lingüísticas. O dedicarte a traducir textos, trabajar en una editorial como editora o correctora de estilo, etc.
¿Qué pasa si yo quiero ser ilusionista? Pues primero pasa que todas las personas que se consideran en su sano juicio intentarán disuadirme durante un tiempo. Tiempo en el cual se darán cuenta de que es el ilusionismo, en este hipotético caso, lo que realmente me hace feliz. Después te encontrarás con que, a pesar de horas y cantidades importantes de dinero e ingenio (para suplir la falta de lo anterior) invertidas en tu sueño, la valoración por parte de quienes contratan tus servicios será nula o muy escasa.
Y lo más duro. ¿Qué significa triunfar en el mundo de las artes y, en concreto, en la magia? Pues ser como el Copperfield o el Tamariz. Ser mediática, conocidísima y, ya que estamos, millonaria.
Lo mismo sucede si lo que te apasiona es escribir. No basta con publicar, es importante atesorar cientos de miles de premios y tener alguno de esos conocidos hasta los ciudadanos que no han leído nunca un libro.
¿No os resulta injusto y hasta esperpéntico? Sería como decirle a una estudiante de filología que no triunfará hasta pertenecer a la Real Academia, a un biólogo que encuentre la cura al cáncer, a una matemática que descubra la función o algoritmo que permita explicar el amor, etc.
Tal vez por esta razón cuando, hace unos años, mi sobrina me dijo que no sabía qué sería de mayor yo le contesté: "no importa qué seas de mayor mientras seas feliz y te guste tu vida". Ahora cada vez que le hacen la típica y nada inocente pregunta de "¿qué quieres ser de mayor?" ella responde "FELIZ"