Cuando estoy en ese punto impreciso entre el sueño y la vigilia, suelo revolverme entre las sábanas y arrugar la nariz. Normalmente esto desemboca en un gran suspiro, una elevación de mis brazos que ruegan unos minutos mas de sueño y la caída de la suplica y mis puños sobre la cama.
Y digo normalmente, porque si en mi protesta felina encuentro el calor de otro cuerpo que me arrulle me amanso con rapidez.
Pero estaba convencida de que aquel cuerpo y todo lo sucedido antes de la llegada del sueño no fue más que una fantasía. De ahí mi sobre salto, de ahí tu sonrisa y tu voz susurrando:"tranquila, yo también me quedé dormido".
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