jueves, 4 de marzo de 2010

Desencuentros (III)

Ella nació para una revolución que no llegó. Se equivocó de tiempo y de lugar, pero fue un gran regalo para tanta gente que perdió las fuerzas para serlo para sí misma.
Jugueteaba con su dedo por el borde de aquel vaso mientras observaba el reflejo de las luces en el Jack Daniels.
Sus pensamientos deambulaban sin rumbo fijo y sus dientes se empeñaban en comerse el labio inferior, mientas golpeaba rítmica y suavemente el suelo de madera con su tacón izquierdo.
- Hola, perdona
Ella levantó la cabeza sin mucho interés encontrándose con un hombre algo nervioso que lanzaba alguna mirada furtiva a su escote y sonreía como el gato de Alicia.
- Disculpa si te he molestado
Por toda respuesta tomó un trago de su copa y miró fíjamente a las botellas expuestas tras la barra.
- Me gustaría conocerte- insistió él
- Ahá
- Me llamo Jose
Nuevo viaje del vaso, de la barra a la boca.
- ¿Cómo te llamas?
- Lidia
- Podrías darme tu número de teléfono y así tomar algo algún día.
- Yo ya estoy tomando algo.
- Ya, pero me refería a hacerlo juntos
- ¿Y por qué iba a querer yo tomar algo contigo?
- No sé, eres una mujer bonita...
- ¿Y?
- Pues eso, que me gustaría conocerte.
- ¿Te has planteado que posiblemente a mí no me interese conocerte en absoluto?
El silencio es posible incluso en aquel bar lleno de gente y puede ser más dañino rodeado por la música y las risas.
- Lo siento... ya te dejo.
- Bien- selló la conversación con el último trago de la copa y apuró su contenido.
- Perdona si te he molestado de verdad, no pretendía...
La miarda de ella, esta vez sí, fue suficiente como para que aquel ser con pene desistiera de conseguir nada y se dirigiera hacia un nuevo objetivo.
No era el primero que se le acercaba aquella noche y todos compartían más características con los cerdos que con las personas.
Tal vez fuera momento de retirarse.

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