
Arrodillada en el suelo tantea el hueco bajo mi cama, pero tampoco está allí. La observo mientras se incorpora con el calcetín viudo en la mano derecha y se muerde el labio inferior.
- Lola - reclamo su atención
- No encuentro el dichoso calcetín.
- Lola, cariño
- Siempre lo mismo. No sé dónde se meten.- sale de la habitación aún con la solitaria prenda en la mano y se dirige a la galería sin ni siquiera mirarme - A veces creo que es una broma.
Abre la lavadora y mete el brazo en el tambor vacío. Se agacha y husmea en su interior.
- Nada, aquí tampoco.
- ¡Lola! - la cojo del brazo para asirla y la miro intentando no llorar - Para por favor.
- ¿Sabes cuántos de estos tengo sin pareja?- me espeta poniéndome el calcetín en las narices.
- Lola, se ha ido.
Miro a mi amiga intentando encontrar algún gesto de comprensión, pero su cara no muestra nada. No hay reacción por su parte.
- Lola ¿me entiendes?
El silencio no ayuda. Ya no sé si es necesario comprobar si ella está bien y comprende lo sucedido o apartarme y dejar que continúe su búsqueda.
- Luís- pronuncio su nombre sin perder de vista sus ojos - ha tenido un accidente- ella tiembla - Lola, ha muerto.
Siento la gravedad de la situación en cada respiración y continúo escrutando sus reacciones, pero nada.
Ella se zafa de mí y me mira sólo un segundo antes de continuar aquella misión que hoy le sirve de muralla.
- ¿Dónde estará el maldito calcetín?