martes, 15 de junio de 2010

En la distancia

Con la lata de cerveza en alto coreaba al personaje que, sobre el escenario, cantaba aquel tema del otro lado del "charco" que invitaba a la risa y a la añoranza por igual y que siempre sonaba mejor cuanto más alto era el nivel de alcoholemia del público y el intérprete.
En la distancia veía como ella apuraba el contenido del recipiente y desaparecía entre la multitud, posiblemente al dejar la lata vacía en el suelo, para reaparecer recogiendo su pelo con ambas manos.
Me gustaba su imagen, su cuerpo bailando con movimientos que me recordaban a una serpiente, aquella inhibición resultado de la música, el calor, el alcohol. Era preciosa y no era el único que lo pensaba.
A un metro escaso de ella un hombre con barba le lanzaba miradas cada vez menos furtivas y más descaradas que no obtendrían fruto alguno.
Tras una sonrisa de satisfacción me acerqué y posé mis manos en sus caderas acompañando su "va y ven" mientras se giraba y su cara se iluminaba justo antes de estampar un beso largo y cálido en mis labios.

martes, 8 de junio de 2010

martes, 25 de mayo de 2010

El humo pasado

Con su eterno cigarro en la comisura y aquellas viejas gafas que se negaba a jubilar a mitad de camino de su nariz, se concentraba en el mecanismo del reloj. Preciso pero con muchos años de servicio sobre sus engranajes.
Aguanta ahora la respiración mientras coloca la última rueda dentada y la ceniza de su cigarrillo se precipita sobre la manga de su camisa esparciéndose en su antebrazo como una gota de agua y provocando un frunce en su ceño.
Deja las pinzas junto al reloj y observa su obra.
Sacude el polvo gris de su brazo con la mano izquierda para después alzar la derecha hasta el cigarrillo y dar una calada profunda que atiza el fuego que dormitaba en el tabaco.
Arrastra la pesada silla de madera y se levanta con dificultad con las piernas entumecidas.
Fuera atardecía.
¿Cuánto tiempo llevaba entre las piezas del reloj de pulsera? Ha perdido completamente la noción del tiempo y este día se le ha escapado entre las ruedas dentadas y unas cuantas colillas.
Se acerca a la ventana golpeando el suelo en cada paso para despertar a los músculos de sus extremidades inferiores y la abre de par en par.
- ¿Cuántos más?- pregunta en voz alta. "¿Cuántos menos?" escucha en su cabeza mientras mira el ocaso con la mandíbula en tensión y los recuerdos apelotonándose en su lagrimal. Reacciona con un golpe en el alféizar que lastima su mano, pero la mantiene firme en la madera sin darle importancia al dolor que le quema la palma y la muñeca.
Con la otra urga en su bolsillo y saca la maltrecha cajetilla de celtas. La abre frente a su boca, aprisiona el último cigarro con los labios y le da muerte al envase apresándolo en su puño.
Palpa ahora su cuerpo en un autocacheo nervioso por la urgencia de encontrar el encendedor y, cuando al fin lo encuentra en el bolsillo trasero de su pantalón, suspira levemente mientras lo aproxima al tabaco.
Gira la piedra una, dos y hasta cinco veces, pero no consigue más que una impotente chispa que no llega a producir llama. Con toda la fuerza de su rabia lanza el mechero y observa resoplando, aún con el cigarillo colgando de su boca, cómo se pierde entre los ábroles.
- ¡A la mierda!- grita y reduce el último cigarro a virutas que después de la ira observa con añoranza de lo que una vez fueron y con la certeza de que hoy, en este ahora se encuentra solo en el ocaso con un reloj que marcará con precisión carente de toda empatía los próximos segundos de su rancia existencia.

(¿continuará?)

Por Sara Fernández García

martes, 18 de mayo de 2010

Decepción




En algún momento
entre el beso y las palabras
se perdió la esencia
de esta búsqueda
de polvo de estrellas

Y sus cenizas
se dispersaron
con dos batidas de pestañas
y un cuarto de sonrisas ajenas

Así, me encontré
vagando entre falacias
que creí constelaciones
sin volver a escuchar
tus miradas

Y repté hasta la realidad,
esa que en tu sombrero
transformaste en sueño,
y abracé al sol
hasta evaporarme

Porque no quiero lunas
que no me pertenezcan

Ante la monogamia




Ahora que perdí la cabeza
y mis piernas iniciaron su huelga
me declaro confesa de la nueva fe,
adoradora del acogedor refugio
de las olas de nuestros cuerpos,
mientras intento cabalgar
escalones ajenos

Porque el tiempo tiene
las piernas más largas
que el deseo

Y el destino se durmió

Fue después del tequila,
detrás de las olas,
cuando el pecado fraguó su defensa,
mientras dormía el destino

Se basó en la fuerza de un beso
robado a la suerte
de luces terrenas
y suspiros de vodka y ron

Eclosionó en mis entrañas
despertó mi hambre de ti
y yo fui más yo que tú en tus labios
y en la yema de tus dedos

Sin permiso ni visado reconocí
tu cuerpo con mi lengua
marcando mis conquistas con mis besos
ayudada por la infantería de mis manos
naufragué en el estrecho de tus pantalones vaqueros


por Sara Fernández García

miércoles, 12 de mayo de 2010

El verano de nuestras vidas

-¿Recuerdas aquel verano? Tú parecías tener alergia a las camisetas porque ibas siempre con el torso descubierto, y ¡qué torso!. Me resultaba difícil mirarte a la cara y no al pecho o al estómago.
Sonrío y miro al suelo, se que resulta ridículo pero me da vergüenza sonrojarme. Disimulo y me sirvo un poco más de vino.
- En serio Juan, aún sueño contigo saliendo del agua y despegándote el bañador de la piel.-miro al cielo y suspiro mientras cubro mis ojos con la mano a modo de visera- No creo que durmieramos más de 3 horas diarias. Eramos expertos en escabullirnos cada noche y volver antes del amanecer, creo que esa es una de las razones por las que puse aquellas horribles rejas en casa cuando tuve a Laura.
Ahora quiere ser bailarina. Mi hija soñando con ser bailarina y yo que quise recorrer el mundo con una cámara le demuestro mis miedos diciéndole esa rancia frase de: "eso no te va a dar de comer" o "no vivas de fantasías".
¿Qué me ha pasado?
El viento mueve las hojas de los árboles y barre los sentimientos agrios. Los reproches pasan mejor con un trago y yo me bebo todo el contenido de mi copa.
- Creo que nunca he bailado tanto como aquel verano Juan. Fue el verano de nuestras vidas y el tiempo se lo llevó, como tantas otras cosas.
Me pongo en pie con dificultad sin soltar la copa y la botella. Sirvo más ribera y dirijo mi brazo hacia ti.
- Por lo mejor de nuestras vidas y lo que compartimos.
Las lágrimas se mezclan con el vino mientras bebo la mitad de mi copa y siguen resbalando por mi cara cuando derramo el resto de alcohol sobre el césped mullido que cubre tu tumba.