viernes, 22 de enero de 2010

A fuego lento




Los acordes del silencio son a veces suficientes para llamar a las palabras, aquellas que vienen preñadas de sensaciones y que acaban montando una orgía de historias.
Sobre un papel en blanco o una pantalla luminosa, su lujuriosa hazaña dibuja acciones, lugares y momentos que no siempre existieron en el plano frío de la realidad.
Y todo surge con una explosión, un estallido de ideas a causa de un olor, una frase, una persona que se acerca o se mantiene alejada en el metro, en el café de la esquina o en aquella vieja librería de la calle Canuda.
Sólo queda amasarlo, dejar que las palabras copulen y plasmarlo con los pies descalzos y los dedos ágiles, a fuego lento como las buenas comidas calientes

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